lunes, 19 de julio de 2010

John Cleese: de Monty Phyton a Hotel Fawlty



Alguien que nació con el curioso nombre de Juan Queso no podía convertirse en notario o en abogado, la verdad. “Señor Queso, acérquese al estrado” no queda serio, y seguro que habría perdido un caso tras otro. Pero el padre de Juan Queso decidió reconvertir su Cheese en Cleese para evitar traumas al chaval. Cuando creció (y mucho), el mal ya estaba hecho (alguien le debió chivar lo del apellido) y, a pesar de estudiar Derecho, se unió a uno de los grupos más hilarantes, surrealistas y demoledores del humor británico, los Monty Python. Cleese, ahora un veterano y conocido personaje (cumplió 70 años hace unos meses) cuenta con un currículum plagado de delicatesen cinematográficas (desde los films con los Python, como Los caballeros de la mesa cuadrada, hasta otras como Criaturas feroces o Un pez llamado Wanda, con la que estuvo incluso nominado a un Oscar al mejor guionista), aunque en mi modesta opinión, claro (lo de “modesta opinión” lo pongo ya como un hábito periodístico a la hora de escribir algunas apreciaciones, como podrían ser la de “marco incomparable”, la de “antesala de los Oscar” o un “cálido aplauso”). Okey, vuelvo al tema… Cleese forma parte de la historia de la televisión con dos proyectos difíciles de igualar: por un lado, Monty Phyton’s Flying Circus (originalmente emitida por la BBC entre 1969 y 1974) y Fawlty Towers (a pesar de ser una serie con sólo dos temporadas que, curiosamente, se rodaron en dos etapas distintas, en 1975 y en 1979). Pero vayamos por partes, que diría Jack el Destripador. La verdad es que no tengo ningún recuerdo de Monty Phyton’s Flying Circus, una serie que tuve que descubrir muchos años más tarde gracias al tráfico de cintas VHS, que tanto servían para grabar la boda de un primo, las pelis de Stallone o, claro, episodios del particular circo ambulante de los Python. La serie se basaba en sketches con un sentido del humor delirante, surrealista, marciano, espléndido. La crítica social era una de sus constantes, con una puesta en escena que se movía entre la campiña inglesa (con una crítica a la burguesía británica), una taberna, un plató de televisión o una tienda. El escenario daba igual, ya que cada historia se convertía en un homenaje al absurdo, al humor inteligente y la creatividad. Alguien dirá que los Python fueron una especie de pioneros, aunque con pocos, muy pocos, descendientes. En España, quizá lo más cercano que hayamos tenido son las andanzas del lobby de Albacete, el de Joaquín Reyes y compañía con sus imprescindibles chanantes y muchachadas. El principal recuerdo que tengo de Cleese, no obstante, ya trasciende a los Python, con una serie que nunca me he cansado de ver, de esas que siguen consiguiendo el efecto risa a pesar de saberme algunos diálogos casi de memoria. Hablo de Fawlty Towers, una serie conocida también como Hotel Fawlty. Con un formato más convencional que el circo Python (Fawlty Towers es la clásica sitcom de enredo y 25 minutos), la serie la produjo la BBC en 1975, aunque se limitó a grabar únicamente 6 episodios. Este dato demuestra lo injusta que puede ser la televisión: ¿Cuántos episodios, de promedio, tienen los culebrones venezolanos de perfidias, traiciones, hijos ilegítimos, chicas Barbie y tupés imposibles? ¿Cuántos tuvo Los Serrano? ¿Por qué ningún juez prohíbe, por mala, la emisión de Física o Química? Afortunadamente, en 1979 se grabó una segunda (y última) temporada, para llegar a la friolera de 12 episodios, una docena de joyitas que vale la pena revisitar. La acción transcurre en un hotelito muy británico, tan decadente como atractivo, en el condado de Devon, y narra el día a día de los propietarios del establecimiento (con el mismo Cleese al frente, como Basil Fawlty), una camarera (Polly, interpretada por Connie Booth, coguionista también de la serie, junto a Cleese), un camarero (Manuel, presentado como de origen español en la versión original) y otros personajes que sufren la tortura de hospedarse en el hotel más caótico de la historia. Resulta que Cleese se inspiró en la visita de los Python en un hotel parecido al que retrata la serie, con un propietario que se comportaba de forma algo extraña y que, en sí mismo, era una especie de guión andante. El propio Cleese recuerda como en una ocasión el hombre sacó al patio la mochila de un Python (Eric Idle) pensando que contenía una bomba, o como, en otra, lanzó de mala manera a un cliente un folleto con horarios de autobuses cuando éste le preguntó sobre el tema. A pesar de que ni el mismo Cleese vio claro el proyecto al principio (ni la BBC, se ve), éste fue un éxito y ocupa un lugar destacado en la historia de la televisión británica. De hecho, ocupa el primer lugar en una lista de los mejores programas de televisión elaborada por el Instituto Británico de Cine, y la quinta posición en una encuesta llevada a cabo por la BBC (en el 2004) sobre las mejores sitcom británicas de todos los tiempos. En Fawlty Towers, Cleese es un propietario algo atípico: irascible, patoso, incoherente e hiperactivo, la comedia de situación llega a cotas muy altas gracias a una serie modesta, de escenarios muy limitados (la recepción del hotel, las escaleras, el comedor, la cocina y el bar son la base, casi de formato teatral, de todas las tramas) y con una capacidad para crear un ritmo tan veloz como divertido. El gran contrapunto a Cleese es la figura de Manuel, un camarero pachorras, despistado y tierno que saca de quicio a Basil. Se da la circunstancia, por eso, que Manuel fue el responsable indirecto de la no emisión de la serie en la tele pública española (TVE). Manuel se define en la serie como un inmigrante español (“He is from Barcelona” es una de las coletillas de Basil para justificar las confusiones de su empleado con el inglés), aunque en un ejercicio digno de estudio, TVE decidió cambiarle la nacionalidad y convertirlo en italiano bajo el nombre de Paolo. TVE parece que consideraba el personaje de Manuel como producto de la xenofobia y los prejuicios británicos, por lo que emitió un episodio y, ante los problemas de doblaje de un Manuel hispano reconvertido en transalpino, canceló la emisión. Eso fue en 1981, pero cinco años más tarde, la televisión pública catalana (TV3) y la vasca (ETB) se hicieron con una serie que TVE negó al resto del Estado. Así, me pude zambullir en un Fawlty Towers en catalán y que, eso sí, también reconvirtió a Manuel en ciudadano de otro país. En este caso, en mexicano, con su acento y todo. En la tele de Euskadi, Manuel sí que pudo aparecer como español. Todo este pseudoconflicto internacional lo conocí muchos años más tarde, por lo que mi Manuel es mexicano de pura cepa y convierte las confusiones con el castellano en verdaderas perlas del humor.
El largirucho actor, desde ese Basil, forma parte de esa clásica y particular lista que todos tenemos de actores que ya justifican la visión de una película. En mi caso, aunque el film sea después un tostón, si cuenta con Gene Hackman, Harvey Keitel, Jean Reno, Leslie Nielsen o, claro, John Cleese, en los títulos de crédito, ya vale la pena. Si alguien tiene alguna duda, que dedique unos minutos a visionar los dos videos siguientes y que tenga claro que nunca, nunca, debe llegar a sus oídos el chiste más gracioso de la historia.
 

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